El 15 de Marzo se dio a conocer que el escritor chileno Carlos Franz, ganó el Premio de Novela LA NACION-Sudamericana 2004-2005, patrocinado por el diario argentino La Nación y la Editorial Sudamericana.

La novela, llamada El desierto, según el propio Franz en entrevista para La Nación narra la historia de una jueza, Laura, que 20 años después del régimen de Augusto Pinochet regresa a su pueblo, en Chile, donde la comunidad ha negado sistemáticamente los hechos del pasado. En un viaje interior, ella descubre sus propias culpas.

Preguntado sobre el porqúe de este tema, responde: Mi generación, que padeció la dictadura chilena, se ha enfrentado a este cuestionamiento de los lectores que preguntan siempre: ¿cuándo van a escribir la gran novela de la dictadura? Para los que vivimos la dictadura de Pinochet dentro de Chile aquél fue un drama personal. Yo sentí la necesidad de hacer una novela que fuera fiel a la historia, pero a su vez, que fuera universal. Hay novelas que se pierden al contar la historia de la dictadura en forma mimética. Yo quería que mi novela fuera alegórica, simbólica, siguiendo el modelo de las tragedias griegas.

Recientemente La Nación publicó un extracto del libro, que será presentado en estos días en la Feria del Libro de Buenos Aires, y también una nueva entrevista con el autor.

¿La historia se basa en un hecho real?

Es una condensación de varias historias reales, algunas de las cuales dieron origen a hechos trágicos y a serios debates en Chile. Por ejemplo, en el libro, el juicio que ocurre en el campo de prisioneros, donde llegan tres helicópteros con un grupo de militares encargados de constituirse en tribunal y de enjuiciar a los cautivos, es claramente una recreación de la terrible Caravana de la Muerte. En ese episodio histórico, varios presos políticos fueron ejecutados después de ser enjuiciados por un tribunal volante que iba de campamento en campamento de prisioneros.

Un aspecto muy original de esta novela, y que la diferencia de las narraciones de otros autores que trataron el tema de la dictadura de Pinochet, es el vínculo que usted establece con las costumbres populares, con la fiesta religiosa de la Virgen, en la que participan peregrinos, la mayor parte de origen indio o mestizo.
En El desierto se entrecruzan muchos temas, a algunos de los cuales les quise dar una interpretación que fuera más allá del hecho narrativo. Para ello, por ejemplo, he investigado las fiestas religiosas. En la de la novela, traté de condensar varias festividades semejantes que se desarrollan en los pueblos del altiplano chileno y boliviano. Pero más allá de eso, es una representación de la religiosidad popular que me parece un fenómeno fascinante en América latina. Pienso, como muchos otros escritores, historiadores y antropólogos, que si hay algún tipo de identidad latinoamericana, ella reside en la religiosidad popular.

Esas ceremonias y ritos indígenas muestran en la novela la postergación de ciertas costumbres indígenas que reaparecen en las fiestas religiosas.
Quiero hacer una precisión sobre este tema. En mi libro, casi no hay indígenas. Hay, sobre todo, mestizos. Esto es muy importante. Así como la fiesta es mestiza, los nativos no son puros, son mestizos. Hay en esos lugares de Chile y Bolivia una mezcla de pueblos, de la que no están excluidos ni siquiera los chinos. Esa crisol de razas no es sino un aspecto del sincretismo cultural del que están hechos nuestras socidades. En cuanto a la supuesta sumisión de la cultura india a la blanca, se comete una inexactitud. Desde tiempos muy antiguos, desde tiempos hispánicos, sucesivas conquistas de una tribu sobre otra, de una cultura sobre otra, implicaban una especie de incorporación del vencido al propio mundo del vencedor y, a su vez, el vencedor se unía al vencido, por ejemplo, en la vida sexual. ... El vencido se infiltra en el vencedor, se enmascara hasta modificar, de un modo que pasa casi inadvertido, los rasgos y los símbolos del vencedor. Esto se ve muy claramente en la fiesta de la novela. Se ha dicho mucho que en las fiestas cristianas de América latina aparecen enmascarados los símbolos y los íconos paganos. Hay una tensión entre el pueblo que adora a su manera al ícono, fruto de esa mezcla de tradiciones religiosas, y la iglesia oficial que pretende adoptar una doctrina europea, pura. La sociedad chilena es muy mestiza, no tanto como la ecuatoriana, la peruana o la mexicana, sin embargo se cree blanca.

No he leído nada de Franz, sin embargo me han parecido muy interesantes sus puntos de vista, y también el extracto de la novela, aunque algo denso para ser sincero. Igual, pienso que debe valer el esfuerzo penetrar en la prosa del autor y captar todo aquello que nos quiere transmitir. A la lista de pendientes, definitivamente.


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1 comentario:

Juan Arellano dijo...

De nada, esperemos nomás que llegue pronto a librerías.