Koichiro Matsuura es el Director de la UNESCO. Carmen María Ramos lo entrevista para el diario argentino La Nación, y hay algunas cosas interesantes que se dicen ahí.

¿Para qué sirve la Unesco? En un mundo donde la pobreza y la exclusión se expanden, Koichiro Matsuura cree que la misión de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) va más allá del debate intelectual y de aquel mandato fundacional –hace más de medio siglo– de ser “un foro de culturas”. La pobreza extrema, las desigualdades de género y la falta de acceso a la educación básica de millones de niños y adultos en todo el planeta son las prioridades de su gestión.

El saqueo a los museos de Mosul, Tikrit y Bagdad y a sitios arqueológicos milenarios, ¿debilitó el liderazgo de la Unesco en la conservación y protección de la herencia cultural mundial?
La Guerra del Golfo, en 1991, y la guerra en Irak han complicado nuestro trabajo. En este caso fuimos intensificando los contactos con las autoridades norteamericanas y británicas y con las autoridades culturales de los países vecinos de Irak, para exhortarlos a vigilar los lugares de interés arqueológico. A las instituciones culturales iraquíes les pedimos que fortalecieran los controles fronterizos para prevenir el tráfico ilícito de bienes culturales. Unas 15.000 piezas fueron robadas, pero el saqueo en Irak fue obra de la población, no de los soldados. Los antecedentes de la destrucción se remontan a los tiempos en que Saddam Hussein construyó sus palacios encima de sitios arqueológicos. Del total de piezas robadas han aparecido unas cinco mil, gracias a Interpol y a la cooperación de importantes museos del mundo, incluido el Museo Británico. El resto será difícil de recuperar.

¿Hacia dónde se dirigen los mayores esfuerzos económicos? (De la UNESCO)
El 80% del presupuesto que destinamos a la educación va dirigido a la educación básica y a la lucha contra el analfabetismo. Son unos 200 millones de dólares. Cada sociedad enfrenta los retos de transformarse en una sociedad del aprendizaje. La educación básica es la fuerza motriz de este proceso y debe movilizar a la sociedad. Los 113 millones de niños sin acceso a la enseñanza primaria y los 875 millones de adultos analfabetos evidencian el tamaño y la complejidad del problema.

Para los gobiernos muchas veces las buenas intenciones no pasan del discurso.
La Unesco recomienda destinar el seis por ciento del presupuesto nacional a la educación, y los países pobres no destinan ni el dos por ciento. Los japoneses le destinaron el 33 por ciento en el período de posguerra y hemos visto lo que eso significó para el crecimiento del país.

Recientemente, usted dijo que no tenemos opción: la humanidad adapta sus comportamientos para apoyar el desarrollo sostenible o firma su sentencia de muerte. ¿Qué opinión le merece la postura de países como EE.UU., que se niegan a suscribir el Protocolo de Kyoto para la reducción de emisiones contaminantes?
Hay otros aspectos cruciales, muy urgentes, que afectan la calidad de vida de todo el planeta, como el consumo del agua dulce. La perspectiva de una crisis global del agua es real. El crecimiento demográfico, la búsqueda de una mayor producción de alimentos, el desarrollo económico, la irrigación, todo ello es una amenaza sobre este recurso. Para muchos la escasez del agua, o el acceso desigual al agua, está en el centro del subdesarrollo. La propia naturaleza es desigual en la distribución del agua, con el 65% de los recursos hídricos mundiales localizados en diez países. Se espera que la demanda de agua crezca un 38% en los próximos 25 años y en más de un 80% respecto del agua potable. Estas presiones, junto con las consecuencias del cambio climático, la deforestación, la salinización de los suelos y el deterioro de la calidad del agua, son críticas.


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