Hace varios días se publicó en el diario argentino La Nación una entrevista a Alberto Manguel hecha por Susana Reinoso. Manguel es un escritor y ensayista argentino, naturalizado canadiense y residente en Francia. Ha publicado alguns libros de ficción y varias antologías del trabajo de otros, pero es mejor conocido por sus ensayos sobre temas como la lectura y la interpretación que hacemos de textos y otros.
-Todos tenemos palabras que nos dicen más que otras en los libros. ¿Tiene usted las suyas?
-Sí; hay palabras que me encantan y no sé por qué. Por ejemplo: "imaginación", "jacarandá", "Aconcagua", "noche oscura", "isla", "cabalgata". Una de las atracciones de la literatura que nos gusta no es narrativa, sino musical y mágica. Hay palabras encantadas en el sentido primordial, porque abren un espacio imaginario asociado a ellas y no necesitamos explorarlas. Sería interesante tratar de convertirlas en un texto, para ver si se produce una acumulación de encantos o resulta una porquería.
-¿Cómo se expresa hoy el comportamiento de leer en la sociedad de la información?
-Los franceses tienen una palabra muy útil: récupération, que significa tomar un concepto y usarlo para otro propósito del que le es natural. Desgraciadamente el sistema comercial de la sociedad ha "recuperado" el concepto de lectura y quiere que creamos que es diversión, entretenimiento, pasatiempo. Todo esto, si bien es cierto, implica que no es una actividad esencial. Hoy se nos proporcionan semblanzas de libros para efectuar un simulacro de lectura. Los gestos son los mismos. El objeto que tenemos en las manos es el mismo. Parece que leemos, pero no leemos. Nadie lee "El Código Da Vinci" en sentido profundo y reflexivo. Por eso, la actividad del lector es hoy subversiva, peligrosa y poderosa. Quizás, dentro de algún tiempo, la sociedad vuelva a creer en la importancia del acto intelectual. Para ser profunda y realmente humanos, necesitamos ser seres pensantes y lectores.
-¿Cuándo cree usted que un libro vale la pena?
-Hay un libro que para cierto lector vale la pena en determinado momento de su vida. Otros, para mí valen la pena hoy, pero no lo valían cuando tenía 15 años y probablemente no tengan valor a los 90 años. La relación de un libro con un lector depende de muchas casualidades. Es casi un encuentro amoroso. Uno no sabe qué va a causar esa atracción. El lector descubre en ese libro algo por primera vez que otro lector no descubrió antes. Así, el libro se convierte en otra cosa gracias a ese lector, de manera casi secreta.
-A usted, que fue lector vicario de Borges, ¿qué secretos le transmitió como lector?
-Borges me enseñó que las cronologías oficiales no tenían ninguna importancia para el lector; que se podía leer el Quijote como contemporáneo de "Don Segundo Sombra", y que se podían encontrar asociaciones entre Agatha Christie y Platón, porque eso no depende de la historia de la literatura, sino de la del lector. Me transmitió la libertad de que una obra de cierto prestigio puede no gustarnos. No le gustaban Balzac, ni Zola, ni Pérez Galdós ni Jane Austen, por ejemplo. Para un adolescente como yo, esa experiencia resultó extraordinaria porque me transmitió la libertad de elegir.
No he leido nada de Manguel, pero espero poder reparar esta falta lo más pronto posible. Conocer, aunque sea por sus escritos a alguien que opina con esa mezcla de pasión e inteligencia acerca de la lectura debe ser muy interesante y revelador.
Una reseña del libro de Manguel: Una historia de la lectura. Otra reseña de su libro Leyendo imágenes. Una historia privada del arte. Una relación de sus libros en inglés. Una entrevista a Manguel del 2001, una entrevista del 2003 hecha por Sergio Kiernan para Página/12 y un artículo comentando esta última entrevista. Y tres artículos originales de Manguel: De San Agustín a la computadora, La lectura en las barracas e Inteligencia artificial, todos muy recomendables.
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-Todos tenemos palabras que nos dicen más que otras en los libros. ¿Tiene usted las suyas?
-Sí; hay palabras que me encantan y no sé por qué. Por ejemplo: "imaginación", "jacarandá", "Aconcagua", "noche oscura", "isla", "cabalgata". Una de las atracciones de la literatura que nos gusta no es narrativa, sino musical y mágica. Hay palabras encantadas en el sentido primordial, porque abren un espacio imaginario asociado a ellas y no necesitamos explorarlas. Sería interesante tratar de convertirlas en un texto, para ver si se produce una acumulación de encantos o resulta una porquería.
-¿Cómo se expresa hoy el comportamiento de leer en la sociedad de la información?
-Los franceses tienen una palabra muy útil: récupération, que significa tomar un concepto y usarlo para otro propósito del que le es natural. Desgraciadamente el sistema comercial de la sociedad ha "recuperado" el concepto de lectura y quiere que creamos que es diversión, entretenimiento, pasatiempo. Todo esto, si bien es cierto, implica que no es una actividad esencial. Hoy se nos proporcionan semblanzas de libros para efectuar un simulacro de lectura. Los gestos son los mismos. El objeto que tenemos en las manos es el mismo. Parece que leemos, pero no leemos. Nadie lee "El Código Da Vinci" en sentido profundo y reflexivo. Por eso, la actividad del lector es hoy subversiva, peligrosa y poderosa. Quizás, dentro de algún tiempo, la sociedad vuelva a creer en la importancia del acto intelectual. Para ser profunda y realmente humanos, necesitamos ser seres pensantes y lectores.
-¿Cuándo cree usted que un libro vale la pena?
-Hay un libro que para cierto lector vale la pena en determinado momento de su vida. Otros, para mí valen la pena hoy, pero no lo valían cuando tenía 15 años y probablemente no tengan valor a los 90 años. La relación de un libro con un lector depende de muchas casualidades. Es casi un encuentro amoroso. Uno no sabe qué va a causar esa atracción. El lector descubre en ese libro algo por primera vez que otro lector no descubrió antes. Así, el libro se convierte en otra cosa gracias a ese lector, de manera casi secreta.
-A usted, que fue lector vicario de Borges, ¿qué secretos le transmitió como lector?
-Borges me enseñó que las cronologías oficiales no tenían ninguna importancia para el lector; que se podía leer el Quijote como contemporáneo de "Don Segundo Sombra", y que se podían encontrar asociaciones entre Agatha Christie y Platón, porque eso no depende de la historia de la literatura, sino de la del lector. Me transmitió la libertad de que una obra de cierto prestigio puede no gustarnos. No le gustaban Balzac, ni Zola, ni Pérez Galdós ni Jane Austen, por ejemplo. Para un adolescente como yo, esa experiencia resultó extraordinaria porque me transmitió la libertad de elegir.
No he leido nada de Manguel, pero espero poder reparar esta falta lo más pronto posible. Conocer, aunque sea por sus escritos a alguien que opina con esa mezcla de pasión e inteligencia acerca de la lectura debe ser muy interesante y revelador.
Una reseña del libro de Manguel: Una historia de la lectura. Otra reseña de su libro Leyendo imágenes. Una historia privada del arte. Una relación de sus libros en inglés. Una entrevista a Manguel del 2001, una entrevista del 2003 hecha por Sergio Kiernan para Página/12 y un artículo comentando esta última entrevista. Y tres artículos originales de Manguel: De San Agustín a la computadora, La lectura en las barracas e Inteligencia artificial, todos muy recomendables.
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2 comentarios:
Hola, Juan
Interesante la entrevista a Alberto Manguel y sus reflexiones sobre los libros y los lectores...
Saludos cordiales
Martín
Pues si, y aunq parezca redundante .. ya nos leemos.
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