El nombre Tim Harford probablemente no les suene de nada, pero se trata de un economista muy sui generis que tiene una popular columna en el Financial Times, ha publicado un libro titulado: "El economista secreto. Mostrando por qué los ricos son ricos, los pobres son pobres y usted nunca podrá comprar un auto usado decente", que es best seller en UK y está por publicarse en castellano, además a partir del 18 de agosto la BBC presentará una serie de tv conducida por él mismo y basada en la premisa del libro: Trust Me, I'm an economist. Por si fuera poco, es uno de los autores del blog Private Sector Development Blog del Banco Mundial. Juana Libedinsky lo entrevista para el diario argentino La Nación y acá unos extractos de la para nada aburrida conversación.
-¿Cómo nació esta obsesión por ver el razonamiento económico detrás de las decisiones en apariencia más triviales?
-Como estudiante, jamás logré apasionarme por la inflación, las tasas de interés, la crisis financiera de la Argentina y ese tipo de cosas que se supone que es la economía de verdad. ... Ya desde mis años en Oxford, siempre estaba fijándome en las pequeñas decisiones, maravillándome cuánto de económico había en ellas. Hoy voy resolviendo pequeños misterios de la calle usando las herramientas de la ciencia, pero con ingenio más que con lenguaje académico.
-Pasando a su libro, ¿a todos nos estafan en la vida cotidiana?
-No a todos, a muchos de nosotros. Lo que quiero explicar es cuán buenas son las compañías en diferenciar a qué consumidores pueden cobrarles más y a cuáles no. Por ejemplo, si una compañía ofrece dos productos similares, la tentación será comprar el más barato. En los supermercados que tienen dos líneas de productos propios, es común encontrar que la más económica tiene un packaging que parece de la Unión Soviética pre 1989. Eso es a propósito, para asegurarse de que sólo los que están comparando precios llevarán ese producto, y que no se perderán a ningún comprador que hubiese estado dispuesto a pagar algo más por un contenido muy similar. Esto es también muy común en las compañías de alta tecnología. Uno de los principales fabricantes de cámaras fotográficas ofrece una a 1200 dólares y otra a 600. La funda es un poco distinta, pero la maquinaria es la misma. Lo único que hacen es tomar el software de la de 1200 dólares y desactivarle un par de funciones. Y eso tiene sentido, porque donde hacen dinero es con la venta de la más cara, que sirve para financiar en parte la existencia de la más barata. Es cierto, podrían diseñar dos cámaras por separado, pero eso siempre sería más caro que, simplemente, tomar una buena y arruinarla un poquito.
-¿Siempre son las grandes compañías las que se comportan así?
-Está en el interés de todos quienes ofrecen un producto ver a quiénes pueden cobrarles más ¡y cobrárselo! Para mi programa de televisión fui de compras con una viejita vivísima. Antes de comprar una lata de porotos, la sacude bien cerca del oído para ver que no tenga pocos porotos y mucha salsa. Pero yo no quiero perder tiempo sacudiendo latas. Si uno trabaja, tiene plata y está apurado, es el candidato para que le cobren más. Si se es pobre, desempleado y le importa cada centavo, el costo de pararse a sacudir la lata es mucho menor.
-¿Y cuál sería el consejo para la gente que no es rica pero que tampoco tiene tiempo?
-Primero, mirar el precio. Si uno no se fijó, lo más probable es que haya sido mucho más de lo que debería. El segundo principio es que si uno compra regularmente en un mismo lugar, conviene variar y probar las marcas más baratas. Si la prueba es satisfactoria, a lo largo de todas las compras que hará en el año estará ahorrando bastante. Es un principio que los economistas llaman "de experimentación óptima", que dice que cuantas veces uno vaya a consumir lo mismo, más se justifica probar distintas versiones. El mismo principio se aplica a las citas románticas.
-¿Cómo es eso?
-A los 16 años, vale la pena probar distintos tipos de personas. Pero si uno tiene 40 y alguien que realmente le gusta aparece, debería cerrar con él o ella. Que es lo que la gente hace en la vida real. Todos somos economistas en nuestras relaciones personales.
-¿Se puede aplicar la lógica económica a los temas del corazón?
-En mis columnas y en mi programa en televisión, yo uso razonamientos económicos para resolver problemas de la vida cotidiana, del estilo "cómo sé si casarme con este muchacho" o "cómo hago para tener éxito en el trabajo", y yo lo respondo en tono de broma. Pero la broma funciona sólo porque tiene algo de verdad. El matrimonio es una relación emocional, pero hay economía detrás. No digo del tipo "me gusta este tipo porque es rico", sino en las cuestiones que uno se plantea del estilo "¿cómo sé si puedo confiar en esta persona?" o "¿de qué manera me está señalando su compromiso?" La economía como ciencia tiene mucha experiencia en analizar compromisos a largo plazo, por ejemplo, en las fusiones de dos empresas y cómo debe ser el contrato para garantizar dicha unión. Pero aún en lo más básico, un principio económico es que deberíamos prestar atención a lo que la gente hace, no a lo que dice. Lo que hacemos quiere decir algo, lo que decimos puede ser pura poesía. La poesía es linda, pero no es suficiente para una relación.
Lo menos que uno se imagina es aplicar teoría económica a cosas de la vida diaria que ni siquiera tienen que ver con nuestros ingresos y gastos. Pero Tim Harford lo hace, y le resulta además de interesante un buen negocio. Sus recomendaciones desde el punto de vista del usuario o comprador no tienen pierde, las de relaciones afectivas o personales tampoco.
Las imágenes en este post han sido obtenidas de la web de Tim Harford y de Amazon.com.
Technorati tags: Economía, Economia, Tim Harford
-¿Cómo nació esta obsesión por ver el razonamiento económico detrás de las decisiones en apariencia más triviales?
-Como estudiante, jamás logré apasionarme por la inflación, las tasas de interés, la crisis financiera de la Argentina y ese tipo de cosas que se supone que es la economía de verdad. ... Ya desde mis años en Oxford, siempre estaba fijándome en las pequeñas decisiones, maravillándome cuánto de económico había en ellas. Hoy voy resolviendo pequeños misterios de la calle usando las herramientas de la ciencia, pero con ingenio más que con lenguaje académico.
-Pasando a su libro, ¿a todos nos estafan en la vida cotidiana?
-No a todos, a muchos de nosotros. Lo que quiero explicar es cuán buenas son las compañías en diferenciar a qué consumidores pueden cobrarles más y a cuáles no. Por ejemplo, si una compañía ofrece dos productos similares, la tentación será comprar el más barato. En los supermercados que tienen dos líneas de productos propios, es común encontrar que la más económica tiene un packaging que parece de la Unión Soviética pre 1989. Eso es a propósito, para asegurarse de que sólo los que están comparando precios llevarán ese producto, y que no se perderán a ningún comprador que hubiese estado dispuesto a pagar algo más por un contenido muy similar. Esto es también muy común en las compañías de alta tecnología. Uno de los principales fabricantes de cámaras fotográficas ofrece una a 1200 dólares y otra a 600. La funda es un poco distinta, pero la maquinaria es la misma. Lo único que hacen es tomar el software de la de 1200 dólares y desactivarle un par de funciones. Y eso tiene sentido, porque donde hacen dinero es con la venta de la más cara, que sirve para financiar en parte la existencia de la más barata. Es cierto, podrían diseñar dos cámaras por separado, pero eso siempre sería más caro que, simplemente, tomar una buena y arruinarla un poquito.
-¿Siempre son las grandes compañías las que se comportan así?
-Está en el interés de todos quienes ofrecen un producto ver a quiénes pueden cobrarles más ¡y cobrárselo! Para mi programa de televisión fui de compras con una viejita vivísima. Antes de comprar una lata de porotos, la sacude bien cerca del oído para ver que no tenga pocos porotos y mucha salsa. Pero yo no quiero perder tiempo sacudiendo latas. Si uno trabaja, tiene plata y está apurado, es el candidato para que le cobren más. Si se es pobre, desempleado y le importa cada centavo, el costo de pararse a sacudir la lata es mucho menor.
-¿Y cuál sería el consejo para la gente que no es rica pero que tampoco tiene tiempo?
-Primero, mirar el precio. Si uno no se fijó, lo más probable es que haya sido mucho más de lo que debería. El segundo principio es que si uno compra regularmente en un mismo lugar, conviene variar y probar las marcas más baratas. Si la prueba es satisfactoria, a lo largo de todas las compras que hará en el año estará ahorrando bastante. Es un principio que los economistas llaman "de experimentación óptima", que dice que cuantas veces uno vaya a consumir lo mismo, más se justifica probar distintas versiones. El mismo principio se aplica a las citas románticas.
-¿Cómo es eso?
-A los 16 años, vale la pena probar distintos tipos de personas. Pero si uno tiene 40 y alguien que realmente le gusta aparece, debería cerrar con él o ella. Que es lo que la gente hace en la vida real. Todos somos economistas en nuestras relaciones personales.
-¿Se puede aplicar la lógica económica a los temas del corazón?
-En mis columnas y en mi programa en televisión, yo uso razonamientos económicos para resolver problemas de la vida cotidiana, del estilo "cómo sé si casarme con este muchacho" o "cómo hago para tener éxito en el trabajo", y yo lo respondo en tono de broma. Pero la broma funciona sólo porque tiene algo de verdad. El matrimonio es una relación emocional, pero hay economía detrás. No digo del tipo "me gusta este tipo porque es rico", sino en las cuestiones que uno se plantea del estilo "¿cómo sé si puedo confiar en esta persona?" o "¿de qué manera me está señalando su compromiso?" La economía como ciencia tiene mucha experiencia en analizar compromisos a largo plazo, por ejemplo, en las fusiones de dos empresas y cómo debe ser el contrato para garantizar dicha unión. Pero aún en lo más básico, un principio económico es que deberíamos prestar atención a lo que la gente hace, no a lo que dice. Lo que hacemos quiere decir algo, lo que decimos puede ser pura poesía. La poesía es linda, pero no es suficiente para una relación.
Lo menos que uno se imagina es aplicar teoría económica a cosas de la vida diaria que ni siquiera tienen que ver con nuestros ingresos y gastos. Pero Tim Harford lo hace, y le resulta además de interesante un buen negocio. Sus recomendaciones desde el punto de vista del usuario o comprador no tienen pierde, las de relaciones afectivas o personales tampoco.
Las imágenes en este post han sido obtenidas de la web de Tim Harford y de Amazon.com.
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