Era el día de navidad cuando ella apareció por un rincón, mustia, sin fuerzas, las alas ajadas y rotas. La cojí entre mis dedos y apenas si aleteó. Pero bastó ese instante para entrar en comunión con ella, ví sus días de extasis, sus vuelos nupciales y el mundo a través de sus ojos facetados. Su, para nosotros corta vida, había sido vivida a plenitud, una plenitud que a algunos nos cuesta años experimentar. No podía acariciarla sin quitarle quizás minutos de vida, así que lentamente la llevé al jardín y la dejé en lo alto de una planta, pareció no moverse siquiera, pero me gustaría pensar que cumplí su deseo final. Karma.
Para ti, que sabes de que hablo.
1 comentario:
me gustan las mariposas!
tengo varias en mi casa
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